Tan unidas, mancomunadas acaso, rugby y amistad son palabras hermanadas: ambas representan una sinonimia en la lengua de los jugadores de este deporte que han crecido en conjunto con sus compañeros de juego.
“…y cuando te das cuenta que es tu amigo quien te da la mano/ entonces para vos ya no existe el miedo, ni el dolor ni el frío…” (Luis Alberto Spinetta)
Más allá de que el día de hoy sirve como excusa para juntarse con los amigos más próximos, hablar o escribirse con los más lejanos y recordar a otros tantos, valdría la pena usar este evento que se conmemora cada año para reflexionar sobre la relación entre el rugby y la amistad.
No hace falta haber sido un destacado jugador, haber practicado este deporte toda la vida, o siquiera haberlo hecho alguna vez; para saber que este deporte se caracteriza por la estrecha relación que forjó hace tiempo ya, con el valor amistad. Es parte del saber popular que, quien juega al rugby tiene muchos amigos, que generalmente son buenos amigos, y que los mismos duran para toda la vida, aun cuando uno no le haya dedicado a la actividad no más que algunos años de su juventud.
Frases como el rugby es amistad, suenan en nuestras mentes ya que estamos acostumbrados a escucharlas periódicamente, la mayoría de las veces, sin prestarle demasiada importancia. Sin embargo, ¿reflexionaron alguna vez sobre la causa de esta íntima relación entre el rugby y la amistad?
Creo firmemente que una de las principales vertientes que alimentan este singular vínculo radica en que, el rugby, ha conseguido hasta hoy mantenerse puro de la contaminación del exitismo que reina en la mayoría de los deportes del medio. Es absolutamente cierto que, actualmente es más común que alguien se plantee la posibilidad de jugar al rugby como una manera de salir adelante económicamente, o por el solo hecho realizar alguna actividad física; pero en la mayoría de los casos, perdón, en la gran mayoría de los casos, uno juega al rugby por los amigos.
Para cerrar, independientemente de donde consideremos que se encuentra el origen de esta fuerza, nadie puede negar que el rugby, es una cuna de amistad verdadera y que posee la casi milagrosa facultad de unir personas con una suerte de lazos que en mayor o menor medida se muestran tan fuertes como para resistir al paso del tiempo. Es por eso que brindo por la amistad, y por todos aquellos amigos que el rugby me dio, y que sin duda, me seguirá dando.
Si le preguntáramos a un grupo lo bastante grande y heterogéneo de personas, acerca de cuál cree que es la causa de que el rugby forje lazos tan estrechos entre aquellos que lo practican, o sea, cual es la causa que hace que la unión de los integrantes de ese grupo sea tan fuerte, seguramente obtendríamos al menos tres tipos de respuestas.
Algún que otro desentendido, seguramente contestará que el amalgama que mantiene esta unión es la demencia, la locura o la insania de un grupo de gente que disfruta de andar corriéndose unos a otros, chocándose como unos locos, tirándose al piso, pisoteándose e intentando causarle el peor daño posible al rival. Entrenando tres veces por semana, raspándose, golpeándose, machacándose, hasta juntar las lesiones necesarias que no le permitan practicar deporte alguno por el resto de su vida. Sea con lluvias torrenciales, hagan 3º bajo cero, o 45º a la sombra de un sábado caluroso de verano. Y ojo, que no crítico a esta gente, porque de no haberlo practicado muy probablemente, yo coincidiría con el pensamiento de este grupo de gente. Sin embargo, esta gente no tiene la menor idea de lo que habla, y si es capaz realizar estas afirmaciones es porque nunca tuvo la posibilidad de jugar a este magnífico deporte.
Algún otro, seguramente contestará que si el ambiente del rugby está tan íntimamente relacionado con la amistad, es porque que en este deporte, se comparten un gran número de horas semanales, llámese entrenamientos, partidos, terceros tiempos, giras, etc, dosis estas que llevan a necesariamente a terminar inmiscuido en una relación más o menos afectuosa con alguno que otro, situación ésta que llevaría a terminar haciéndose amigo de esa gente con la que comparte todas estas horas, como quien se hace amigo de un compañero de trabajo. Si bien estos factores seguramente alimentan la amistad que se crea, tengo el convencimiento que no constituye lo que podríamos denominar la causa fundamental de la relación.
Ahora bien, por último encontramos a todas aquellas personas que jugaron alguna vez al rugby. Este grupo seguramente será el único que estará capacitado para entender exactamente lo que digo con cada una de mis palabras y comprenderá en donde radica, según mi modesto punto de vista, la clave que hace que este deporte sea una infinita cuna de amigos. Sentimientos como el de entrar a una cancha con 14 tipos más con el convencimiento que por ellos dejarías la vida en cada jugada y sabiendo que harían lo mismo por vos de ser necesario; las lágrimas de algún que otro entrenador, emocionado en la charla previa a un partido que en ese momento parecía lo más importante del mundo, cuando en realidad nunca ví ninguna copa para el campeón de ningún torneo; un partido ganado con un trie en el último minuto ante el rival de toda la vida; un tercer tiempo, después de haber ganado, compartiendo todas las impresiones de un partido y comentando cada una de las jugadas, permitiéndose casi siempre alguna que otra licencia en cuanto a la realidad de los hechos; perder, y poder ver en la cara de tus compañeros que tienen exactamente el mismo sentimiento de frustración que los carcome por dentro; hacer alguna mala jugada, que un compañero te levante y sin decirte nada, te deje descubrir mediante un pequeño gesto que todo esta bien, que hay que seguir para adelante; la charla de algún capitán segundos antes de entrar a la cancha, que hace que esos quince amigos se abracen tan fuerte que podrían ser una sola persona por algunos segundos…
Salvo algunos contados casos, todos los que practicamos alguna este deporte, lo hicimos porque alguno de nuestros padres o algún amigo nos invitaron a empezar a entrenar. Y es así que uno, sin darse cuenta, de a poco, va involucrándose en una actividad que (aunque en ese momento no alcance a visualizarlo) será de fundamental importancia para el resto de nuestras vidas, porque será de este gran grupo de personas que conforman el club, de donde uno elegirá la tropa que lo acompañará a enfrentar las vicisitudes que la vida seguramente nos tiene reservadas para el futuro. Desprevenidamente, esta afirmación podría parecer como efectuada por un fanático del dios rugby, pero en la mayoría de los casos, los amigos que uno se hace en la práctica de este deporte duran para toda la vida.
Creo que son justamente estas pequeñas grandes cosas, y otras tantas que no podría nombrar por una cuestión de tiempo, las que hacen de este deporte, un oasis de amistad verdadera y real que se abre a todo aquel que esté dispuesto a tomar de él. A los que sintieron alguna vez correr por sus venas alguno de estos sentimientos, sabrán perfectamente de lo que estoy hablando, y tendrán seguramente la piel de gallina recordando alguna de estas situaciones. A los que nunca las vivieron, sé que será muy difícil, sino imposible, explicarles ese tipo de sentimientos, pero realmente son vivencias que te llenan y te ligan a esos compañeros por siempre.