Hacedores de rugby, maestros de valores

LA PERSONALIDAD DEL ENTRENADOR

La personalidad es la suma de atributos, disposiciones y tendencias que nos identifican como personas individuales. Se relaciona a las características que posee y diferencian a un sujeto de otro, estableciendo distintos modos de relacionarse en el mundo.

Sobresalimos por la manera como caminamos, nos movemos, hablamos, gesticulamos, comemos, saludamos. Algunos somos callados, otros explosivos, amistosos o hostiles, sensitivos o fríos, tolerantes o rígidos, humildes o arrogantes, abiertos o cerrados.

Vamos creciendo de acuerdo a influencias del entorno y marcados por fuertes rasgos familiares. Pero nadie es esclavo de sus genes ya que existe la posibilidad de cambio, de escucha, de crecimiento, de elección. Podemos heredar ciertas tendencias innatas de la infancia y de nuestra novela familiar, pero eso no significa que forme parte permanente de nuestra piel. Siempre hay posibilidad de cambio, de mejorar aquello que molesta por aquello que fortifica, que da posibilidad de crecimiento personal. 

Ciertos atributos personales son los que definen a un entrenador de un “buen entrenador”. Su rango o jerarquía lo ubica en una posición donde está continuamente siendo evaluado por los demás, no solo por sus conocimientos y experiencia de juego, sino también por las enseñanzas que sobresalen de su ejemplo.

Vince Lombardi decía: "para ser un buen entrenador primero se debe saber quién es uno. Saber quién soy me permite relacionarme y entender a los demás". "¿Quién soy yo?" Es saber lo que se valora, lo que dirige el comportamiento ayudando en la toma de decisiones. Cuando una persona sabe quién, sabe adónde va y le permite ser congruente entre lo que piensa y lo que hace ya que vive de acuerdo a sus valores y creencias.

Un buen entrenador no es aquel que actúa de acuerdo a las circunstancias, sino el que posee características de líder, el que sabe manejar situaciones, porque desde un principio, él sabe manejarse. Para poder controlar el mundo externo, primero hay que aprender a controlar el mundo interno. El éxito, implica ser honesto consigo mismo y con los demás sabiendo desempeñar su función y su rol. El entrenador ”doble mensaje” destruye la confianza depositada en él. Ante la primera duda es el jugador quien no sabe qué hacer, lo que se dijo primero, o lo que se dijo después.

Asimismo debe mantener y sostener su temple tanto en las derrotas como en las victorias. El que pierde la esperanza, pierde la motivación, y el que trasmite ansiedad genera caos. Siempre habrá factores que puedan hacer decaer la fuerza del equipo, pero ésto no significa que se desdibuje la atmósfera de enseñanza y aprendizaje. El objetivo de todo jugador es competir, aprender a ganar y a perder y manejar esas situaciones ya que también forman parte de la vida cotidiana de todo ser humano. Y ese es el mayor desafío de todo entrenador: instruir, enseñar, sostener no dejarse caer. Crear personas exitosas por sobre jugadores ganadores.

Al sostener la presión y el estrés en situaciones límites del juego ayuda al equipo a mantenerse alerta y concentrado. Es muy fácil cuando las cosas salen bien pero ¿puede mantener la serenidad cuando la derrota está pisando los talones? La fortaleza mental es un arma psicológica muy fuerte y una cualidad de liderazgo. Los jugadores necesitan una figura que los oriente en su presente abriendo caminos hacia el futuro, eliminando presiones, calmando emociones, enseñando respeto y solidaridad, aclarando metas, aceptando normas y limitaciones, elevando el nivel de exigencia explicando y escuchando necesidades. Es ponerse el equipo al hombro buscando el mejor camino hacia nuevas formas de crecimiento deportivo y personal.

Es muy bueno para todo entrenador poder cuestionarse. ¿Qué es lo que yo necesitaba de mi entrenador cuando era jugador? Es por eso que debe entender las demandas de los jugadores, que muchas veces no son solamente técnicas o físicas. El deporte implica crecimiento mental, es una enseñanza de vida en valores, en ejemplos, en forma de actuar y comportarse delante de sus jugadores. Para determinar el grado de efectividad de un entrenador también debe establecer su estilo de entrenar, de ensenar, de liderar. En otras palabras se debe observar a él mismo, sus propias demandas y las necesidades de sus jugadores y entrenar también desde la muy olvidada empatía, es decir, el poder colocarse en el lugar del otro y no solo responder desde sus propias necesidades.

 

 

Lic. Julia Alvarez Iguña
Psicología aplicada al Alto Rendimiento

Maestro de rugby

 

Jean Pierre Juanchich el entrenador que llevo al rugby paraguayo al sitial mas grande. Hombre de rugby con valores que planto su semilla en tierras guaraníes y dejo un legado de buen rugby y pasión por el deporte de la ovalada


Los que hacen la historia

Jose Benza y Hugo Flor desde siempre aportando al rugby y enseñando als bondades del deporte.

Los de tierra adentro

Miguel Pereira maestro de rugby del sur y de varias generaciones y clubes , desde su amado Encarnación Rugby Club , así como también de San Roque y Itapua Rugby (Caranchos). 

Los que enseñan a los niños

Alejandro "Poroto" Sotomayor gran valor del rugby infantil, aportando siempre por el semillero de su club  o el rugby en general.


LA FILOSOFÍA DEL ENTRENADOR DE RUGBY

CONDUCIR EQUIPOS REQUIERE DE UNA CLARA FILOSOFÍA PARA PODER SER ÚTIL A LAS NECESIDADES DEL DEPORTISTA. SEBASTIÁN E. PERASSO, AUTOR DE LOS CINCO RUGBY DIDÁCTICO, ANALIZA AQUÍ EL ASPECTO FILOSÓFICO DEL ENTRENADOR. Fuente : Prematch

El punto de partida en la tarea de entrenar es precisar y definir nuestra filosofía de entrenamiento, porque de ella surgirá nuestra escala de principios y valores que nos acompañarán al entrenar.
La palabra filosofía comúnmente es entendida como un conjunto de conocimientos teóricos; por ello, es tomada como un concepto que no guarda relación con la práctica. No obstante esa presunción, ambos términos están intensamente conectados debido a que cuando entrenamos volcamos en cada acto nuestras creencias y valores.
Los entrenadores tienen el poder de ayudar a sus atletas / jugadores a conseguir sus objetivos, porque sus palabras, su prédica y sus acciones tienen la fuerza de influir en los demás.
Ese poder que ostentan se ve reflejado en las creencias, valores, principios y prioridades personales del entrenador. Todo ello constituye su filosofía, es decir la base de su comportamiento.
La filosofía de los entrenadores esta constituida por la certeza y los principios que guían sus actos. Esto pasa principalmente por un buen conocimiento personal y por la honestidad que muestran cuando están trabajando.
Es muy importante que los entrenadores tengan una correcta filosofía de entrenamiento, porque si cuentan con una filosofía equivocada, lo demás estará supeditado a esa equivocación y quedará también contaminado (su conducta, sus valores, sus creencias, etcétera).
Nuestra filosofía de entrenamiento es la que gobierna nuestros actos y acciones y su influencia llega a cada una de nuestras decisiones como entrenador.
Por ello es fundamental que nuestra filosofía para entrenar esté basada en buenos principios. Se debe tomar conciencia de la importancia de desarrollar una filosofía de entrenamiento basada en los objetivos que cada uno se plantea para entrenar.
La filosofía guarda estricta relación con el objetivo que persigue el entrenador como conductor de grupos.
Respecto de las razones que comúnmente esgrimen los entrenadores para el ejercicio de sus funciones, tenemos que considerar:
-       Ganar
-       Disfrutar
-       Desarrollar
Todos los entrenadores, en mayor o menor medida, apuntan sus objetivos a estas tres cuestiones. Ganar (un partido, un torneo, una competición); lograr que sus jugadores disfruten del juego; y por último, a apuntar al desarrollo no solo deportivo sino también humano de sus dirigidos.
Sin embargo, si bien estos objetivos están siempre presentes en la gran mayoría de los casos, muchas veces se entrecruzan y uno pasa a cobrar mas fuerza e ímpetu que los demás, quedando desplazados y perdiendo consideración.
Es natural, que muchas veces, estas situaciones entren en conflicto unas con otras. Solo allí, en esos casos, se logra divisar con nitidez la verdadera filosofía del entrenador de turno.
Cuando un entrenador manda a la cancha a un jugador lastimado, incluso poniendo en riesgo su integridad física, está privilegiando el éxito deportivo por sobre el desarrollo del jugador. Cuando un entrenador elige a un jugador que no entrenó durante la semana y vulnera reglas preestablecidas, está atentando contra la sana convivencia del grupo y el disfrute del juego. Está, en última instancia, sacrificando los modos en la búsqueda de un éxito efímero.
Muchas veces, decimos que nos importan los jugadores pero ansiamos ganar a cualquier precio. Entonces descuidamos y casi despreciamos a los jugadores poco talentosos y le damos excesiva atención a los talentosos, cuando – a decir verdad – aquellos necesitan más de nuestro tiempo y cuidado.
En definitiva, para conocer nuestra filosofía, la tarea principal es saber cual de las tres situaciones descriptas es más influyente e importante que las demás; cual es la que constituye la mayor preocupación del entrenador mientras está en actividad.
La correcta filosofía en el entrenamiento de los jóvenes puede ser resumida por la siguiente oración: “Primero los jugadores, luego las victorias”.
En el deporte – cualquiera que sea – lo primero y más importante son los jugadores, porque a ellos les pertenece el deporte.
Por ello, los entrenadores deben tener una filosofía de entrenamiento basada en ellos.
Bajo ese lineamiento, si priorizamos el desarrollo de los jugadores y el disfrute del juego, por sobre la victoria en sí misma, estamos apuntando a una filosofía correcta.
Debe señalarse, no obstante, que ello no significa que ganar sea algo de poca o escasa importancia, porque el esfuerzo que realizan los jugadores por alcanzar la victoria es una parte esencial en la practica del deporte; asimismo, no tratar de ganar sería ser un competidor deshonesto o desleal.
La conclusión debería ser que como entrenadores busquemos la victoria merced al desarrollo, crecimiento y disfrute experimentado por los jugadores, y que las victorias o triunfos sean una consecuencia de priorizar a los jugadores y no viceversa.
Si la filosofía de entrenamiento es ganar a cualquier precio, entonces el entrenador no respetará reglas, infringirá códigos, pondrá jugadores lastimados sin importar el riesgo para su integridad física, etcétera.
Si el entrenador por el contrario, tiene como objetivo – en primer medida – el desarrollo integral de sus jugadores, entonces su filosofía – y en consecuencia sus actos – serán otros; regirá el juego limpio y los jugadores serán lo más valioso e importante en el universo del deporte.
En las sociedades como la nuestra, donde se le presta suma atención y se le da tanto valor al triunfo, es difícil apartarse de la filosofía de ganar. Por ello, el cuidado que debe tenerse para no equivocar el camino correcto.
La filosofía del juego limpio apunta formar atletas íntegros. Es decir honestos, respetuosos, con autocontrol. El respeto engloba un concepto amplio. Es respeto por uno mismo, por los demás, por las leyes y reglas del juego, por el equipamiento y por las instalaciones.
Se debe educar y concientizar a los jugadores sobre el valor y la importancia de respetar las normas del juego.
El concepto de juego limpio si bien se vuelca al deporte, tiene incidencia en la vida misma y genera un efecto contagio para los demás espectros de la vida.
La filosofía que volcamos al deporte no es otra que nuestra filosofía de vida, porque, a decir verdad, una filosofía de entrenamiento ha de estar fomentada y edificada en una filosofía de vida.
Por lo descripto, el entrenador en el ejercicio de su cargo, trasluce y deja entrever no solo sus conocimientos del juego, sino también su particular forma de ser, de pensar y de actuar.
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