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Sebastian Perasso un maestro del rugby con valores
Desde hoy engalana nuestro Blog Sebastián Perasso con una serie de artículos que hablan de rugby y sus valores.
Un gusto enorme contar con quien hoy en día es el hombre que mas aporta a la literatura del rugby en español.
Agradezco inmensamente su colaboración y deseo sea para beneficio de nuestro rugby.
EL CREADOR DEL JUEGO DEL RUGBY
Aquel sábado se presentaba tranquilo y apacible. Era una mañana fresca y despejada, aunque algunos
nubarrones todavía dispersos amenazaban con cambiar el aire del lugar.
William había amanecido decidido a cambiar los preconceptos que caían sobre su persona con
la fuerza de un granizo.
Sus estudios de teología en la escuela de Rugby le insumían mucho tiempo y energía; sin
embargo siempre se hacia un espacio para practicar deportes y encontrar algo de alivio en el esparcimiento.
Su físico más bien robusto y su temperamento inquieto e incluso algo soñador, no
encontraban sintonía en aquel fútbol que practicaban por aquel entonces.
Aborrecía esas interminables jornadas de fútbol en las que sus compañeros y rivales, entre
puntapiés y zancadillas, se amontonaban en verdaderas montañas humanas de entre 50 y 100 jugadores.
Su escasa habilidad con el pie y su figura poco espigada lo alejaban de la excelencia
deportiva y la notoriedad.
Necesitaba una disciplina distinta, más integral, donde pudiera dar rienda suelta a sus
habilidades hasta ese momento escondidas, y por sobre todo tuviera acceso a la felicidad. Deseaba un deporte más perfecto, más dinámico y con lugar para todos.
En aquellos tiempos, sus actuaciones se confundían en el olvido y deambulaban entre la
indiferencia y algunos tímidos pero dolorosos silbidos. No deseaba seguir practicando un deporte en donde solo recogía críticas y alguna que otra reprobación.
Era noviembre de 1823 y próximo a cumplir 17 años una jornada memorable parecía emerger por
entre la tranquilidad y parsimonia de aquel viejo colegio, uno de los mas celebres y antiguos del reino, que impartía enseñanza desde 1567.
La noche anterior había sido un poco agitada. Se fue a dormir sabiendo que no toleraría la
llegada de otra jornada deportiva tan chata y monótona como de costumbre.
Esa mañana había amanecido decidido a cambiar esas reglas del fútbol tan alejadas de su
fantasía. Creía que con su aporte, el fútbol podía trasladar sus límites hasta horizontes insospechados.
A poco de comenzado el partido la sinrazón se apoderó por un instante de su persona, y en
un rapto de rebeldía (o lucidez) su imaginación lo transportó muy lejos, hacia un deporte distinto, mas completo e integral.
Ante el asombro y sorpresa de compañeros y rivales que atónitos observaban la escena, tomó
con fuerza la pelota entre sus brazos y con fiereza corrió con ella hasta detrás de la línea de meta.
Fue un momento mágico y sublime, que quedaría gravado en varias crónicas y textos de
aquella época.
Ese día, William volvió a su casa como siempre y siguió al pie de la letra su habitual
rutina pos partido. Quitó el barro a sus tapones de cuero; reemplazó luego su ropa por su característico pantalón pijama; acomodó los zapatos junto a su cama y se metió en ella satisfecho y
complacido.
Ya en su cama se dispuso a volcar en su pequeño cuaderno de anotaciones cada detalle de la
memorable jornada. Por un instante, un sueño profundo lo invadió de repente y no alcanzó siquiera a escribir una palabra. Acaso porque su obra ya estaba escrita.
Desde esta pequeña tribuna rendimos nuestro sincero homenaje a William Webb Ellis, quien
con su corrida inmortal dió nacimiento a nuestro querido deporte, El Rugby.
¿Que es el espíritu del rugby?
Sin temor a equivocarme puedo afirmar que el rugby es ante todo
un deporte.
Sin embargo, el paso del tiempo en complicidad con el crecimiento y evolución que ha exhibido nuestro juego, le ha agregado algunas facetas adicionales.
En efecto, hoy el rugby no es solo un divertimento, sino también un
espectáculo
multitudinario y un suculento
negocio.
Basta con observar las ganancias económicas que ha deparado el último mundial disputado en Francia para afirmar que el rugby es un producto cada vez más apetecible.
Incluso, podríamos ampliar aún más su campo de acción, porque nuestro querido deporte vuelve a sentir el orgullo de volver a ser una
disciplina olímpica.
Un eslabón más para un deporte con carácter multifacético.
Pero, más allá de valoraciones y opiniones diversas que se tenga respecto del juego, existe coincidencia de que el rugby es - y ha sido siempre - una
herramienta transformadora.
Es decir, un vehículo inigualable que - bien utilizado - esta en condiciones de cambiar la vida de la gente.
Ese carácter peculiar por excelencia es el que hace del juego del rugby un deporte absolutamente único.
Ese elemento adicional y distintivo es el que podemos emparentar con “el espíritu del juego”. Y ese espíritu forma parte importante de su esencia, porque el rugby ha estado desde siempre ligado a
su costado formativo.
Ya en sus comienzos, fue ideado como instrumento para ordenar y guiar la vida de los jóvenes.
Aquella monumental obra gestada por Thomas Arnold, Director de la Escuela de Rugby, fue concebida como un medio eficaz para formar personas, como un instrumento idóneo para lograr disciplinar a
cientos de alumnos ingleses propensos al descontrol y a la falta de límites en aquel entonces.
A través de su espíritu, el rugby logra llegar a su esencia como deporte.
El espíritu del juego lo enaltece y lo eleva por sobre el resto dentro del amplio universo del deporte.
Preservar su espíritu es trascendental, porque esta claro que un rugby huérfano de valores y principios filosóficos no sirve como herramienta transformadora.
El rugby excede lo que significa el juego en sí mismo, porque el rugby
es su reglamento pero también su espíritu.
Ese espíritu, que custodiado y transmitido de generación en generación ha logrado mantener su esencia hasta nuestros días y es por ello, una tarea y un compromiso de todos, respetar su filosofía
para que siga perdurando a través del tiempo.
Pretender separar lo que hace específicamente al juego, de lo que significa su espíritu, puede conducirnos a una equivocación, porque el espíritu del juego y sus principios fundacionales se
forjan a partir de las características particulares que presenta el rugby.
Ambos conceptos están interconectados y no podría entenderse uno sin el otro. Sin espíritu sería imposible jugarlo, y sin sus reglas y caracteres particulares, no se habría forjado ese espíritu
para practicarlo.
Si bien resulta difícil precisar y definir la palabra “espíritu”, podría decir, sin temor a equivocarme, que “el espíritu del juego” es la llama que ilumina el camino del rugby.
Es el candelabro que guía nuestro deporte a través del paso del tiempo, o bien una suerte de brújula que conduce a las nuevas generaciones a buen puerto a fin de que no pierdan el rumbo.
En el rugby, el espíritu
es
la letra no escrita.
Es ese código de
conducta que no necesita editarse ni publicarse,
porque ha sido transmitido por millones de generación en generación a través de los usos y costumbres. No lo podemos ver, pero sabemos que existe y está siempre presente.
En el rugby el espíritu refleja lealtad, corrección y caballerosidad; trasluce hidalguía y grandeza en la victoria, y también corrección y buenos modales en la derrota.
El espíritu del juego es solidaridad, entrega sin límites y compromiso.
Muchos habrán de preguntarse donde se encuentra el espíritu del rugby, y seguramente variadas respuestas se dispararán en forma casi inmediata.
Es posible que algunos, esgrimiendo argumentos convincentes, indiquen que el espíritu del rugby esta solo “en la cancha”, y otros posiblemente dirán que únicamente esta presente durante “El
tercer tiempo”.
Sin ánimo de polemizar me atrevo a sugerir que el espíritu del juego está en todos y cada uno de los rincones donde se respira rugby.
Está en la cancha, porque sería imposible practicarlo si no estuviera siempre presente, pero también fuera de ella. Trasciende y sobrepasa los perímetros de un estadio y se muestra custodio de
cada recoveco donde se respira Rugby.
En efecto, no se extingue dentro de los perímetros de un estadio, sino que recorre cada lugar donde el rugby es motivo de encuentro: tercer tiempo, vestuarios, reuniones, charlas informales y
fiestas de camaradería.
Esta claro que el rugby se ve enriquecido por las enormes diferencias entre sus países miembros.
Más de tres millones de jugadores diseminados en ciento diecisiete países le otorgan al juego una amplitud y una diversidad nunca antes observada. No
obstante, esas diferencias externas en su esencia no son tales. La
talla y fortaleza física de los sudafricanos, la técnica depurada de los australianos, la imprevisibilidad de los franceses, el temperamento y la garra de los argentinos, la pasión de los
irlandeses, la vehemencia de los samoanos, la plasticidad de los fiyianos, la velocidad de los keniatas o la bravura de los neozelandeses logran sintetizarse y confundirse en un solo hilo
conductor:
el Espíritu del Juego. El
espíritu no reconoce diferencias ni repara en latitudes, razas o nacionalidades. Es uno solo y equipara a todos haciéndolos absolutamente iguales. Ese
denominador común posibilita que, más allá del dialecto de cada equipo, los jugadores se entiendan y logren hablar "el mismo idioma". El
espíritu es esa poción mágica de entendimiento, que permite acortar distancias, romper barreras y aunar a toda la familiar del rugby en una sola y misma dirección. Conservar, preservar y respetar
ese espíritu es una obra y una tarea de todos y cada uno de nosotros…
LA BUSQUEDA DEL EXITO
Por Sebastián E. PERASSO
En una sociedad tan exitista como la nuestra, que persigue la victoria como único motor de cada actividad deportiva que se emprende resulta
difícil apartarse de esa mecánica perversa.
Estamos inmersos en una sociedad muy particular, donde se venera el simple hecho de ganar, muchas veces sin atender los modos o formas de
conseguirlo.
Una sociedad conformada por miembros narcisistas, individualistas y por sobre todo egoístas enmarcan para nuestro deporte un desafío
mayúsculo.
Una comunidad que persigue el éxito fácil y rehúye del camino más difícil y engorroso vislumbra un panorama difícil de sobrellevar.
Como argentinos que somos, siempre tomamos el camino más corto y por ello nos cuesta apartarnos del sendero más cómodo.
Frente a ese panorama, resulta muy difícil alejarse de esa mecánica de justificar todo en pos de lograr una victoria. Veneramos el triunfo efímero
y alimentamos la victoria sin atender modos ni formas.
Como entrenadores, debemos aspirar a moldear deportistas exitosos, es decir jugadores que apunten a conseguir el verdadero éxito.
Pero, ¿Cuál es el verdadero éxito en el deporte? ¿Dónde reside el éxito duradero?
En este punto existe a mi juicio una gran confusión. Ella radica en emparentar y poco menos que confundir el éxito deportivo con la victoria o el
triunfo.
No obstante tal presunción, ambos conceptos son dos caras bien distintas.
En la práctica puede suceder que aquel que pierda no halla fracasado o que el sale victorioso no haya sido completamente exitoso.
Como en la vida misma el éxito deportivo pasa por ser el mejor que uno pueda ser. Ese es el desafío de aquel que busca tener éxito.
Si como deportistas y amantes del futbol por ejemplo pretendemos ser Diego Armando Maradona muy posiblemente fracasaremos de antemano.
Por el contrario, si buscamos la mejor versión de nosotros mismos y para ello nos preparamos debidamente y realizamos el mayor esfuerzo a nuestro
alcance, entonces el éxito transitará junto a nosotros, sin importar las ocasionales victorias o derrotas que nos depare el destino.
Para ser rigurosos, en el campo deportivo el éxito no esta dado necesariamente por las victorias o derrotas, sino que esta relacionado con el
cumplimiento de los objetivos o metas que cada uno propone y se plantea.
En ese sentido, aquel entrenador emparentado con el éxito, es aquel que ha cumplido todas sus metas u objetivos.
A su vez, para convertirse en un entrenador eficaz y exitoso, hay que centrarse en el proceso y no en los resultados, pues éstos últimos son solo
una mera consecuencia de lo anterior.
Los entrenadores deben aspirar a la búsqueda del éxito, que no es otro que el cumplimiento integral de nuestros objetivos.
En primer termino, el éxito descansa en la posibilidad de formar buenas personas que además sean grandes jugadores de rugby (y no
viceversa).
El éxito reside en ir en buscar de las formas, someterse a reglas y pautas preestablecidas y en respetar y respetarse.
El éxito implica entender que el triunfo no debe buscarse como objetivo central del juego, sino como una natural consecuencia del disfrute y
desarrollo que experimentan los jugadores.
Como educadores, debemos aspirar a formar deportistas exitosos y no jugadores exitistas. He aquí el meollo de la cuestión.
El exitista es un trasgresor, porque sus fines no reconocen límites ni fronteras en la ley, en el reglamento ni en el respeto a los demás.
El exitista es aquel que necesita del éxito (por mas efímero que sea) para sentirse importante.
El entrenador exitista vulnerará reglas preestablecidas con tal de alcanzar la victoria.
El coach exitista esta obsesionado por el corto plazo, por alcanzar triunfos inmediatos a cualquier precio. No tiene la lucidez ni el coraje de
mirar el horizonte más lejano. Solo le importa el aquí y el ahora.
Este habitáculo esta representado por muchos entrenadores que solo les interesa el envoltorio pero no el contenido que acompaña a una victoria.
Una victoria sin honra, impostada; un triunfo vacío, hueco, raquítico, desprovisto de nobleza y envuelto en una espesa niebla.
Aquí, lo verdaderamente importante queda a un lado y abandonado.
Estos entrenadores nunca indagaran en el contenido de la victoria ni se recostaran a analizar las formas.
Ellos alimentan la vorágine de ganar a cualquier precio y de cualquier manera.
El exitista, se contenta con obtener resultados inmediatos de cualquier forma para tapar su inseguridad, para lograr el reconocimiento del
Otro.
Por ello, no soluciona sus problemas sino que los dilata o elude sus consecuencias. Nunca soluciona la cuestión de fondo.
Otra arista de su personalidad es que el exitista no reconoce culpas, siempre la culpa la tiene el otro.
Así, el responsable de la derrota siempre será el referí, las circunstancias especiales del juego o cualquier otra excusa.
Frente a este escenario, los entrenadores no son responsables de sus actuaciones ni las del equipo sino meras víctimas de las
circunstancias.
Desde este lugar, creemos y sostenemos que la furiosa pasión por la victoria jamás debe anular el espíritu del rugby, traducido en caballerosidad
y sobre todo lealtad hacia el juego.
En contraposición a ese estilo y a esa búsqueda desenfrenada de victorias huecas, existe otra perspectiva para ir en buscar del éxito.
El entrenador exitoso es aquel que trabaja buscando el éxito duradero.
El exitoso ataca el problema de fondo y le da una solución duradera y definitiva al problema.
El entrenador exitoso tiene una mirada mucho más sabia, más profunda y comprometida. Sabe ciertamente que una victoria es el resultado de una
sumatoria de cuestiones de la cual muchas veces no tenemos el control.
El coach exitoso diagrama y planifica para el largo plazo, tiene una mirada más profunda y menos contaminada de la realidad.
Así, analiza las cosas en perspectiva, es más reflexivo y menos pasional.
Sabe que más importante que el triunfo son los modos para llegar hacia él.
De lo contrario, cada victoria estaría construida sobre un castillo de naipes; cada triunfo tendría la fortaleza de un gigante con los pies de
barro.
Alguien dijo alguna vez que el entrenador exitista lleva consigo varios relojes con cronómetro, porque esta pendiente y hasta obsesionado con
resultados inmediatos en el corto plazo.
Por el contrario, el coach exitoso transita su función desprovisto de relojes; solo lleva consigo un calendario que le permita planificar a largo
plazo.
En efecto, aquel que busca el éxito efímero estará mirando su reloj a cada instante, buscando que una victoria lo redima y enaltezca delante de
los demás.
En contraposición, aquel que persigue el éxito duradero, sabe que más allá de triunfos o derrotas, los jugadores pueden llevarse consigo
innumerables herramientas para la vida. Aquí, en esta cuestión, reside lo verdaderamente importante.
Si como entrenadores logramos empaparlos de principios yvalores,elloresultaramuchomás provechosoy gratificanteque transmitir simples conocimientos que hacen especificamente al
juego.
El rugby es un juego fenomenal, que si no es correctamente transmitido no trasciende en sus bondades tanto formativas como deportivas.
Por ello, esta en cada uno de nosotros precisar y delinear correctamente el sendero
por donde poder transitar.
Si como formadores de opinión logramos indicarles verdaderamente el rumbo, el rugby
estará exultante y en condiciones ser una formidable herramienta de soporte y ayuda a las personas y ciudadanos.
Los invito a quitarse los relojes y a despojarse del nerviosismo de la inmediatez,
porque si transitamos el juego de acuerdo con sus bondades, el verdadero éxito tarde o temprano se depositará entre cada uno de nosotros.
EL MAXIMO DESAFIO EN EL RUGBY
No creo faltar a la verdad si digo que el
mayor desafío del rugby moderno es el de conservar inalterable y con absoluta vigencia los valores y las tradiciones que rodean al juego.
Ambos constituyen la esencia de este deporte, nuestro tesoro más preciado y nuestro elemento distintivo por excelencia.
De nada servirá que el rugby se propague por todas partes y llegue a todos los rincones del planeta si no conserva sus
bondades, sus caracteres esenciales, que lo hace un deporte grandioso y a la vez único.
Ese desafío lo debemos llevar adelante sin claudicaciones de ninguna índole, sabiendo ciertamente que mantener la salud del
juego dependerá absolutamente de nosotros. De lo que hagamos o dejemos de hacer.
El profesionalismo en el rugby, declarado abiertamente luego del mundial de Sudáfrica en 1995 cambió para siempre el escenario
en la que esta inmerso nuestro deporte.
Sin embargo, como miembros activos del rugby amateur seguimos conservando las riendas de nuestro destino.
Ello es así porque el rugby amateur involucra a más del 99% de los jugadores de rugby del planeta, lo cual significa que la
salud del juego esta en nuestras manos.
El profesionalismo, muchas veces ha sido mirado con recelo y desconfianza por muchos dentro de nuestro ambiente. Pero al margen
de la apreciación personal que de él se tenga, seguramente todos tenemos una misma certeza. El profesionalismo es una posibilidad inigualable de difundir el juego. Y ello, debe bienvenido porque
constituye una noticia auspiciosa para todos.
¿Es bueno o malo el profesionalismo? ¿Debemos estar a favor o en contra del profesionalismo? son preguntan que me transmiten
con frecuencia.
Mi respuesta a un tema sensible y delicado como pocos va también en forma de pregunta ¿un cuchillo es bueno o malo? No es bueno
n malo, es una herramienta que bien utilizada puede salvar vidas, pero que mal utilizada puede incluso matar…
Estimado lectores, el profesionalismo no es bueno ni malo, es una realidad palpable e innegable y frente a esa realidad lo
importante es como debemos actuar, la manera o la forma de vincularnos con nuestro deporte.
Si lo consideramos una amenaza es posible que nos paralicemos, nos quedemos inmóviles, indefensos y no actuemos.
Por el contrario, si consideramos el profesionalismo como una oportunidad, como una chance inmejorable para fortalecer y
reafirmar nuestras convicciones y nuestros principios, entonces estaremos plenamente activos y movilizados.
Pero volvamos al comienzo. Al margen de la opinión que cada uno tenga, esta claro que el profesionalismo es una oportunidad
extraordinaria para expandir y multiplicar el deporte en todo el mundo. Ése es un dato irrefutable y a la vez auspicioso que debe ser bienvenido.
¿Cómo defender los valores y las tradiciones?
Asumiendo cada uno su cuota de responsabilidad. Sabiendo que debemos tomar una actitud participativa.
Debemos asumir el compromiso de mantenernos plenamente activos y movilizados a fin de tratar de colaborar en la preservación de
los valores y tradiciones.
Por ello, todo lo que hagamos a fin de prevenir conductas inapropiadas y de crear conciencia respecto de la importancia de
mantener viva la filosofía del rugby resultará fundamental a fin de no equivocar el rumbo que llevamos como deporte.
Se trata, en rigor, de robustecer los principios y convicciones del juego y sus protagonistas, porque indudablemente ello
redundará en el fortalecimiento de los cimientos o pilares en los que se apoya toda la estructura de nuestro deporte.
¿A que no referimos cuando hablamos de valores?
Al valor del respeto en primer lugar, pero también a la disciplina, la honestidad, al espíritu de sacrificio y la
solidaridad.
En un deporte de contacto como el rugby, el juego no puede estar exento de buena fe, autocontrol, respeto y altas dosis de
caballerosidad. De lo contrario este deporte lisa y llanamente desaparece.
¿Cómo defender las tradiciones?
Dándole la entidad e importancia que se merece la figura del tercer tiempo.
El tercer tiempo es unos de nuestros elemento distintivos y forma parte de nuestras tradiciones mas añejas. Por ello, debe ser
defendido y conservado inalterable.
Honrar la figura del tercer tiempo es querer que el rugby continúe siendo un vehículo de comunicación y cercanía que rompa
barreras, multiplique vínculos y genere la magia del conocimiento.
En la actualidad, asistimos a un panorama distinto al de varias décadas atrás.
Las relaciones son más superfluas y menos profundas, y el tercer tiempo no esta ajeno a ese cambio en el comportamiento de la
gente y especialmente de la juventud.
En un mundo que gira a gran velocidad representa un desafío mayúsculo conservar esa tradición tan propia del rugby en la misma
forma e intensidad que el pasado.
Los lazos entre compañeros y rivales tienen otra intensidad y grado de cercanía, por lo que la posibilidad de entablar vínculos
estrechos es mucho más engorrosa.
Volver a tiempos donde el tercer tiempo era una posibilidad de conocer a propios (compañeros) y extraños (rivales) es el
propósito que debe trazarse la gran familia del rugby.
Para ello, nada mejor que permitir que el tercer tiempo sea un lugar de relación y de encuentro. Ése es el propósito.
Y como dice ese gran docente del rugby argentino que es Ángel Guastella “tratar de dejar atrás esa música infernal que no nos
permite conocernos y encontrarnos con nosotros mismos.”
Frente a ese cuadro de situación surge la necesidad imperiosa de tratar de dar vida a las relaciones humanas y a los vínculos
entre los hombres de rugby.
Una relación que debe exceder el ámbito del tercer tiempo y multiplicarse por todos los rincones que conforman la vida social
del club.
Esta claro que el club no es solo un lugar físico, sino por sobre todo un habitáculo donde las relaciones entre su gente
conforman lo más sagrado y el ADN de cada institución deportiva, porque “el club primero es su gente” y las relaciones que entre ellos se siembra.
El francés Marc Augé en su libro “Los no lugares, Espacios del Anonimato” acuñó el concepto del "no-lugar" para referirse a
aquellos lugares donde se encuentran muchas personas aglomeradas, pero en el cual no existe ninguna interrelación en ellos.
Es el caso de un ascensor, un shopping, un aeropuerto, un supermercado o una autopista, por ejemplo.
Sostiene el antropólogo francés que esos lugares de transitoriedad no tienen la suficiente importancia para ser considerados
como “lugares” porque son espacios antropológicos en los que las personas no se relacionan entre sí.
Volviendo a la realidad del rugby y su entorno, es necesario que el tercer tiempo, como también el propio club, sea un espacio
donde los vínculos afloren de manera nítida, donde haya interrelación y contacto fluido con los demás.
En estos tiempos líquidos, caracterizados por la falta de comunicación, el aislamiento y la desconexión, la tarea a llevar
adelante constituye una empresa difícil para todos. No obstante, debe encararse con energía, convencimiento y determinación.
La era modernos exige compromiso e involucramiento; requiere tomar una actitud plenamente activa para evitar que el juego se
vea menoscabado en su espíritu.
Debemos Inculcar en los niños la importancia de mantener vivos nuestros valores y tradiciones.
El mejor camino para defender y conservar nuestros principios fundacionales y valores es que todos seamos los custodios o
guardianes del espíritu y la filosofía del juego.
Ello implica no solo no realizar actos que la dañen o menoscaben sino evitar el accionar de terceros en ese sentido. Es decir
cumpliéndola y haciéndola cumplir.
Asumir una actitud activa y participativa es esencial, sabiendo que mantener el rugby en condiciones saludables dependerá pura
y exclusivamente de cada uno de nosotros...
“Juego limpio y buena fe constituyen la definición mas efectiva del espíritu del rugby” Ángel Guastella
“Las empresas se han hecho para las personas de coraje." José de San Martin
¿QUE ES LA FILOSOFÍA DEL RUGBY?
Etimológicamente, filosofía procede de los vocablos griegos Phileo (amor) y Sophia (sabiduría).
Significa pues, amor a la sabiduría. El verbo fileo, además de amar, tiene el significado de tender, aspirar.
Si el término filosofía significa amor a la sabiduría o al saber, filósofo será entonces el
amante de la sabiduría.
El origen de la palabra filosofía se atribuye al matemático griego Pitágoras de Samos
(571-497 A.C).
León, rey de los Fliacos, preguntó a Pitágoras al regresar de Grecia, cual era su
profesión, y éste contestó que no era un sabio (sofos) sino simplemente “philos sofia” (un amante a la sabiduría).
La palabra filosofía por lo general es entendida como un conjunto de conocimientos
teóricos.
No obstante tal presunción, la filosofía se halla intensamente relacionada con la práctica,
porque volcamos nuestra filosofía en cada uno de nuestros actos y conductas diarias.
Tal como dice Wittgenstein “la filosofía no es una teoría sino una práctica”.
Nuestra filosofía esta integrada por el conjunto de creencias, valores y principios que
constituyen la base de nuestro comportamiento.
En definitiva, nuestra filosofía ejerce ungrado de influencia decisiva en nuestra vida pues llega a cada una de nuestras decisiones.
En pocas palabras podemos decir que la filosofía en el rugby es nuestro credo, o sea
el conjunto de creencias básicas a las que adherimos y defendemos como deporte. En esas creencias se encuentran los cimientos y pilares de nuestra conducta alrededor del juego.
Nuestra filosofía de vida, al igual que nuestra filosofía en el juego enmarca nuestra forma
de actuar, nuestra particular manera de hacer las cosas.
Por ello, nuestra filosofía debe basarse en nobles valores y buenos principios.
Si nuestra filosofía, es decir nuestras prioridades como hombres y deportistas se basan o
apoyan en disvalores o en principios innobles entonces nuestro juego quedara manchado y contaminado con ellos.
En rigor, la filosofía que volcamos al deporte no es otra que nuestra filosofía de vida.
Por ello, la filosofía deportiva está fomentada y edificada en nuestra filosofía de vida.
Si como hombres de
rugby logramos incorporar
valores tales como el respeto, la honradez, el compromiso, la puntualidad o el sacrificio, estaremosformandopara
la sociedad “personas de bien” preparadas para desempeñarse con honestidad y eficacia dentro de ella.
Ahora bien ¿Cuál es la filosofía del rugby?
La filosofía del rugby es la filosofía del juego limpio (“fair play”), la de la corrección
y el respeto porque el rugby - como decía el recordado “Negro Iglesias” - es el juego del respeto.
Aquellos que practican la filosofía de ganar a cualquier precio, en no respetar el espíritu
del juego vulnerarán reglas, transgredirán normas y nuestro deporte transitará por carriles alejados de sus virtudes y bondades formativas.
Para todos aquellos que estamos cerca del juego, ya sea jugadores, entrenadores o
dirigentes, es fundamental que nuestra filosofía esté basada en valores nobles y buenos principios.
La verdadera filosofía del rugby le da al jugador un papel preponderante.
En ese sentido “lo primero en el rugby son los jugadores” y lo demás (victorias, éxitos
deportivos) son producto o consecuencia del disfrute y el desarrollo que experimentan esos jugadores.
Si nuestro accionar como hombres de rugby (entrenadores, dirigentes) esta dentro de esos
parámetros, entonces estaremos practicando una correcta filosofía del juego.
Desde nuestro lugar, cada uno de nosotros debemos apuntar a practicar y difundir la
filosofía del juego limpio.
Una filosofía que implica en primera medida acatar las normas a que esta sometido el
deporte y tratar al oponente con respeto.
Aspirar a formar atletas íntegros, es decir jugadores honestos, respetuosos, con
capacidad de disciplina y autocontrol.
En ese sentido, debemos ser los custodios y guardianesde esa filosofía; no
sólo omitiendo actos que la dañen o menoscaben (falta de autocontrol, mala educación, etcétera), sino evitando el accionar de terceros en ese sentido.
En rigor, la simple práctica de este deporte nos hace jugadores de rugby, pero el ejercicio
de su filosofía nos hace verdaderos “hombres de rugby”. Hacia esto último debemos apuntar.
Practicar la verdadera filosofía del rugby es saber ciertamente que nuestro deporte no es
solo el partido en sí mismo sino comprender que existe un marco mucho más amplio, integral y abarcativo.
Ello nos conduce indefectiblemente a un elemento fundamental que tiene nuestro
deporte.
La figura del “tercer tiempo” cobra una dimensión estelar en nuestro deporte.
En efecto, el tercer tiempo representa un acontecimiento distintivo y único en el que
todos debemos asumir el compromiso de mantener y preservar.
Defender esa tradición tan añeja y noble implica por sobre todo colaborar en la
conservación y mantenimiento de la filosofía del juego y sus bondades.
La irrupción del profesionalismo en algunos países, ha traído consigo la perdida de valor y
significación del tercer tiempo. Por ello, en algunos países no se lleva a cabo y en otros ha perdido su significación. Debemos estar expectantes y alertas en un tema tan importante y delicado
para la salud de nuestro deporte.
René Crabos, figura legendaria del
rugby francés, creía firmemente en la existencia de los tres tiempos del rugby: el de preparación, el del partido en sí mismo y el tercer tiempo. Mencionaba que solo transitando esos tres pasos
el jugador completa su formación como un verdadero hombre de rugby.
El “Primer tiempo” es el periodo que los jugadores le dedican al rugby durante la semana.
Comprende los entrenamientos. Es la oportunidad de encontrarse con amigos para corregir errores. Señala que un buen “primer tiempo” es la base para construir un verdadero equipo de rugby.
El “segundo tiempo” lo representa el partido en sí mismo. Como dice Crabos es el tiempo de
máxima diversión, pero también es el tiempo del desarrollo del carácter, del autocontrol y del sentido de equipo.
Menciona que la condición más importante para encarar ese “segundo tiempo” del rugby es la
actitud mental porque con una disposición mental adecuada, con seguridad se alcanzará el éxito, el cual no necesariamente esta medido en términos de un resultado, sino más bien en el placer que
nos reporta el hecho de jugarlo, dándolo todo por el equipo y respetando a compañeros, adversarios y referee.
El “segundo tiempo” es el tiempo de la “batalla del rugby” y solo tiene sentido que se
lleve a cado – dice Crabos - si los que forman parte de ella son personas educadas en los principios y tradiciones de este juego.
El “tercer tiempo” es - a su criterio - el más importante y significativo de todos. Es el
tiempo del reencuentro con el rival y el árbitro, luego de “la batalla del rugby”.
Crabos menciona que es el tiempo del agradecimiento mutuo por haberse ayudado a disfrutar
del juego, es el tiempo del reconocimiento de alguna falta cometida y el momento de limar cualquier aspereza, el tiempo de las celebraciones, los tragos y los cánticos.
Finaliza diciendo que en el tercer tiempo conocemos a la persona que encierra al jugador
con el que acabamos de competir duramente.
Así se forjan lazos de amistad que duran para siempre. No participar del tercer tiempo es
no haber entendido el juego, por más grandes que sean las condiciones exhibidas durante el partido; más aun, no se habrá gozado plenamente de la maravillosa aventura del rugby.
Finalmente refiere sabiamente que durante el primer y el segundo tiempo nos preparamos para
ser “jugadores de rugby” y en el tercer tiempo completamos nuestra formación para ser verdaderos “hombres de rugby”.
HEROES ANÓNIMOS Por Sebastián E. Perasso
Les propongo rescatar del olvido a aquellos hombres que hacen una contribución determinante para la salud de
nuestro deporte.
Aquellos que, navegando en el más absoluto anonimato y dentro de un mar revuelto de contrariedades guían y conducen a sus jugadores
a buen puerto enriqueciendo al rugby con sus lecciones.
Ellos son los héroes anónimos de nuestro deporte y en esta sección los invito a rendirles su merecido homenaje.
Alejados de las cámaras y los flashes - siempre amigos de la fama o el prestigio - llevan adelante una labor valiosísima en el más
absoluto de los anonimatos.
De espaldas a alguna consideración o reconocimiento público trabajan a destajo y disfrutan enormemente lo que hacen.
No reciben agasajos oficiales ni tampoco caravanas de fieles seguidores.
No tienen apoyos ni reconocimiento, e incluso no son depositarios de elogios o afecto desmedido.
No generan fanáticos ni meros seguidores y no arrastran a obsecuentes o aduladores.
Están ajenos a la consideración de la prensa pues no producen alegrías emanadas de algún triunfo épico o alguna victoria memorable.
Así, caminan de espaldas a la consideración general.
Sufren muchas veces la falta de apoyo y el abandono y saben - más que ninguno - de limitaciones y contrariedades permanentes.
Largos viajes, canchas e instalaciones poco acondicionadas y escasos colaboradores enarbolan un panorama sombrío.
Sin embargo, sacan pecho frente a las contrariedades y anteponen su misión y sus sueños por sobre el resto.
Ellos muestran hidalguía y grandeza, y nos enseñan ciertamente el camino a seguir.
Ellos son absolutamente indispensables en un deporte - y en un mundo - cada vez más contaminado.
Realizan una tarea monumental, una labor impostergable que no es otra que la de mantener al deporte en condiciones
saludables.
Son los culpables de que el juego continúe siendo lo que ha sido siempre: una herramienta transformadora.
Me refiero a los miles y miles de entrenadores y colaboradores anónimos, que con vocación y pasión cumplen su misión con encomiable
esmero.
Mi carrera como jugador me permitió conocer y enriquecerme de innumerables historias de rugby (y de vida) que me han marcado
positivamente.
Son historias alejadas de las gestas heroicas, de las epopeyas deportivas construidas en canchas repletas.
Pude conocer el ejemplo y el desinteresado aporte de muchos entrenadores y hombres de rugby que merecen un reconocimiento y un
elogio por su trabajo.
Las historias de rugby vividas en innumerables giras de mi infancia y juventud, me permitieron conocer el valioso aporte que
realizan.
Historias como las del club Sixty de Resistencia, Chaco; de Aranduroga de la Ciudad de Corrientes, del club Urú Curé de la
Ciudad de Rio Cuarto, Córdoba; del club Rivadavia en la Provincia de Mendoza, o del Puerto Madryn Rugby Club en la Provincia de Chubut, son tan solo unos pocos de los tantos ejemplos que
enaltecen y engrandecen al deporte con sus lecciones.
Siempre nos recostamos en historias deportivas construidas dentro del campo de juego. Por ello, muchas veces no posamos nuestra
atención fuera del perímetro de un estadio.
Allí afuera, hay muchas otras actuaciones memorables que también merecen ser contadas. Son las historias de nuestros héroes
anónimos, historias que son dignas de valoración y reconocimiento.
No se trata aquí de desmerecer la labor deportiva de nuestros jugadores más notables, responsables éstos, de las epopeyas deportivas
y gestas históricas de nuestro rugby, porque son - en rigor - dos mundos absolutamente distintos.
Unos construyen y edifican alegrías duraderas, otros en cambio entregan emociones fuertes pero pasajeras.
Unos edifican una sociedad mejor, otros nos transmiten honor y orgullo.
Unos construyen prestigio deportivo y otros conservan la esencia del deporte y logran dejar una huella.
Ambos, se sientan sobre actuaciones colosales que nos llenan de satisfacción y legítimo orgullo.
Cada uno a su manera construye un deporte mejor.
Desde esta pequeña tribuna brindo un merecido homenaje a todos aquellos entrenadores y hombres de rugby que
enriquecen al rugby con sus lecciones…
El corazón de un errante, Jean-Pierre Juanchich
Jean-Pierre Juanchich, mientras fue entrenador de la selección de Chile a partir del año 1978, no dio vuelta la espalda a la difícil situación de ciertos
jóvenes.
Tal es así que en paralelo a su misión de head coach, se preocupó por desarrollar el rugby en los barrios periféricos de Santiago. En 9 años el número
de clubes creció 10 veces y el rugby se transformó en el tercer deporte nacional. Un estudio reveló entonces que el 75% de los chicos con riesgo social, que pasaron por la experiencia del rugby,
pudieron salir adelante. A partir de ello, Jean-Pierre Juanchich orientó su labor futura.
Desde hace 4 años, el otrora CTR (Consejero Técnico Regional) de Flandres está a la cabeza de una organización llamada “Fraternidad rugby” y que brinda asistencia a niños gitanos abandonados en
orfelinatos o con problemas escolares, en Bulgaria y Hungría principalmente. ¿Por qué los Gitanos? “Porque nunca he visto, incluso en América Latina, barrios más miserables que aquellos donde
los Gitanos están marginados”. Desde hace 4 años, su asociación ha realizado unos 40 viajes. A las donaciones de zapatos y camisetas agregan una asistencia que permita una verdadera
emancipación social. No se limitan a visitar orfelinatos. Crean clubes, forman rugbistas y se preocupan de la evolución posterior. “El objetivo es permitir la emancipación social, en su
propio entorno, de esta población de Gitanos marginada desde el siglo XIV. Más vale que luchen donde ellos viven, en vez de venir a mendigar en la estación Norte de París”.
Intercambios se organizan con licenciados de Flandres, también partidos. La asociación cuenta en su balance el éxito de dos huérfanos de Belgrado que cursan este año tercer año en la universidad,
y un árbitro serbio, ex junior internacional. “Hacemos lo que podemos y carecemos aun de medios suficientes”, deplora Juanchich. Con apenas 1.200 euros, parten ahora en un furgón por los
caminos de Europa.
Fuente: “Midi Olympique” del 18 de Enero de 2010.
www.rugby-fraternite.com
RWC2015 DE ESTO SE TRATA, EL TERCER TIEMPO DE GALES Y URUGUAY
No queremos dejar pasar el compartir esta nota del sitio RugbyNews de Uruguay sobre lo vivido en el tercer tiempo entre galeses y uruguayos, que bien refleja el espíritu de este deporte, más si son entre un grupo de súper
profesionales y un grupo de jugadores amateurs del juego, pero profesionales en espíritu.
Sirve también para subrayar lo importante de este momento luego de cualquier partido de rugby, algo que se tiene que fortalecer en nuestro país y que este no sea un momento breve y con poca
camaradería.
Ignacio Chans, desde Gales
Al llegar al vestuario, y mientras los jugadores compartían las primeras impresiones post partido, llegó la noticia: los jugadores de Gales los invitaban a pasar a saludar por el vestuario y
tomar una cerveza juntos.
Y allí fueron, tras 15 minutos, jugadores y entrenadores. Uno por uno saludaron a todos los galeses, los mismos que habían hecho un pasillo para aplaudirlos minutos antes.
Jamie Roberts charlaba con Agustín Alonso, Fernando Bascou con Luke Charteris, Alejo Corral con Sapson Lee, Lemoine con Warren Gatland, Sam Warburton con Mathias Beer. Precisamente el juvenil
uruguayo, que le tocó debutar en un mundial a los 21 años y como titular, se sorprendía cuando el propio capitán galés el que le pedía cambiar camisetas.
Fue un gran homenaje de los galeses a estos amateurs jugadores uruguayos, que pusieron en pausa sus vidas para cumplir el sueño del mundial. Por eso, muchos galeses preguntaban con curiosidad a
qué se dedicaban, cuantos jugadores profesionales tenía el seleccionado, y como es su vida diaria. Hasta destacaron la calidad de los tackles, y que no estaban acostumbrados a que los tacklearan
tan abajo.
Luego casi todos se pudieron a ver un rato del partido Argentina-Nueva Zelanda, y a comentarlo, en una tribuna de lujo que cualquier canal de tv hubiese querido tener.
Juntos hablaron el idioma del rugby durante más de 30 minutos. Y demostraron que no se necesita ser amateur para mantener bien en alto los valores de este deporte único.
La jornada
Antes, el plantel vivió un día de una concentración suprema. Para alguien que nunca había vivido un día de partido fue una experiencia fuerte. Luego de la charla técnica, temprano en la mañana,
el silencio absoluto, sin que volara una mosca por horas. La concentración en el punto máximo, el compromiso establecido para que fuera la tarde que ellos habían solado tanto tiempo.
Lo mismo se tradujo al ómnibus, que llegó escoltado a Cardiff y que se encontró una marea roja de hinchas galeses aplaudiendo, y un puñado de uruguayos gritando emocionados. En su emoción,
hicieron caer una lágrima a más de uno.
Luego fue el momento de la última arenga, y la emoción del himno, que se vio en todo el mundo. Y luego, tras dejar el alma y salir con la frente en alto, el increíble tercer tiempo, como para
ratificar que los valores del rugby son universales.
Rugby para Todos, Educando con Valores
Además de las bondades propias del deporte mismo, el rugby tiene un costado educativo.
Porque quienes estamos vinculados al rugby desde la cuna, sabemos ciertamente que el rugby es mucho más que un deporte, sino un medio para formar y educar a las personas, un instrumento para
relacionarnos y un vehículo para evolucionar como personas sociales.
Convivimos a diario en un mundo contaminado, repleto de jóvenes sin rumbo, ni ideales, con individuos carentes de objetivos y sentido de
identidad.
Para todo ellos, el rugby puede representar un escape, una brújula que guíe y orienta la conducta de nuestros hijos en medio de tanto barullo y desorientación. Está claro que la educación no es
patrimonio exclusivo de la escuela o el hogar. En ese sentido, el rugby ayuda a la educación moral de la persona.
Ello es así porque contribuye a formar personas distintas y a la vez mejores. La práctica del rugby moldea jóvenes más comprometidos, solidarios y
sacrificados porque el rugby es esfuerzo, sacrificio, solidaridad, disciplina, entrega, lucha frente a la adversidad y trabajo en equipo.
En este mundo de hoy tan propenso a despreciar el culto al esfuerzo y al trabajo duro, el rugby pueda darnos una verdadera lección. Porque en este
juego nada puede lograrse fácil ni por sí solo. Es necesario cultivar un espíritu solidario. El rugby implica necesariamente trabajar en equipo y dejar a un lado egoísmos e intereses individuales
para ir en busca de un objetivo común.
Algunos padres temerosos posiblemente hayan escuchado alguna vez que el rugby es un deporte violento. Si violencia es falta de educación y
descontrol, esa frase deambula alejada de la realidad. Lo cierto es que el rugby es un deporte de contacto y por ende sería imposible jugarlo sin jugadores educados, respetuosos y que hagan
alarde de un verdadero autocontrol.
En estos tiempos de crispación y violencia a cada paso, el rugby pueda ofrecernos un mensaje esperanzador.
Aquí no hay alambrados ni zanjas perimetrales en las canchas. Durante el partido, conviven espectadores de ambos equipos en un marco de cordialidad y respeto mutuo y, luego del encuentro, después
de una dura batalla por prevalecer, tanto ganadores como perdedores se unen en un festejo común y concurrente llamado “tercer tiempo”.
Por último, para aquellos padres todavía reacios de acercar a sus hijos a la práctica del rugby bien vale una pequeña reseña de las razones o
circunstancias que hacen del mismo un deporte que no tiene parangón.
Su verdadera grandeza radica esencialmente en que todos pueden practicarlo no solo con habitualidad sino también de manera competitiva.
El rugby permite que sea desempeñado por una enorme masa de niños y jóvenes de toda índole.
Los altos y los bajos, los delgados y los morrudos pueden no solo practicarlo sino también tener algún suceso en este deporte. Así, bajo esa atmosfera de inclusión y grandeza, cada uno podrá ser
valioso y útil en el puesto que le corresponda.
Vivimos en una sociedad donde los valores escasean, están de baja. Se oye decir mucho: “¡Qué más da…!…¡Todo da igual!”. Este encogerse de hombros y de energías, singular reflejo de una crisis
de vida, de una época de desaliento y desencanto, de confusión y de promesas incumplidas, de falta de horizontes…me parece que tiene una causa: falta de valores.
De entrada digamos que no todo da igual. No es lo
mismo ser solidario que no serlo. No es lo mismo la fidelidad que la infidelidad. No es lo mismo la bondad que la falta de bondad.
No es lo mismo la gratitud que la ingratitud. No es lo mismo la responsabilidad que la irresponsabilidad. No es lo mismo la sinceridad que la insinceridad. Las cosas no valen todas igual. Las
cosas tienen cada una su propio peso. Cada cosa es portadora de valores y hay que descubrirlos.
1. ¿Qué son los valores?
Valor es aquello que hace buenas a las cosas, aquello por lo que las apreciamos, por lo que son dignas de nuestra atención y deseo. El valor es todo bien encerrado en las cosas, descubierto
con mi inteligencia, deseado y querido por mi voluntad. Los valores dignifican y acompañan la existencia de cualquier ser humano.
El hombre podrá apreciarlos, si es educado en ellos. Y educar en los valores es lo mismo que educar moralmente, pues serán los valores los que enseñan al individuo a comportarse como hombre, como persona. Pero se necesita educar en una recta
jerarquía de valores.
El valor, por tanto, es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que nos conviene más o menos.
Los valores reflejan la personalidad de los individuos y son la expresión del tono moral, cultural, afectivo y social marcado por la familia, la escuela, las instituciones y la sociedad en
que nos ha tocado vivir.
2. ¿Con qué descubrimos los valores y con qué los
ponemos en práctica?
El hombre tiene dos facultades superiores muy nobles: la inteligencia y la voluntad.
A) Con la inteligencia el hombre descubre que las cosas son portadores de valores, tienen valores. Gracias a la inteligencia él sabe que puede comportarse sensatamente y guiarse no por el
capricho, sino por lo que la razón le hace entender que es bueno. Con la inteligencia puede sopesar las cosas.
B) Con la voluntad libre: rompe su indiferencia frente a las cosas y decide lo que aquí y ahora vale más para él y elige. Y al elegir, jerarquiza las cosas y se compromete con lo que elige.
Al hacer esto forma en sí ACTITUDES que pronto se convertirán en hábitos
operativos. Si lo que ha elegido es bueno y le perfecciona, entonces llega a la VIRTUD, que es la disposición permanente a comprometerse
como hombre, a hacerse más hombre.
Por supuesto que debe haber una jerarquía de valores, que depende de la educación que uno ha tenido. ¿Cuál debería ser la verdadera jerarquía?
5. ¿Quiénes educan en valores?
Todos influimos en los valores, pero el que se educa es uno mismo: los valores los hace suyos el sujeto.
Cada individuo se forma a sí mismo, descubriendo los valores con su propia libertad experiencial en la familia, en el colegio, en la calle, por la televisión y demás medios de comunicación.
Son las personas más significativas para el niño o el joven las que más influyen en su experiencia de los valores: padres, maestros, educadores, tutores, sacerdotes…
Durante los primeros años de vida y los primeros de la adolescencia tiene gran importancia los grupos o equipos: escultismo, deporte, catequesis, voluntariado social, misiones.
6. Ventajas y frutos de los valores
Una vez interiorizados, los valores se convierten en guías y pautas que marcan las directrices de una conducta coherente. Se convierten en ideales, indicadores del camino a seguir. De este
modo, nos permiten encontrar sentido a lo que hacemos, tomar las decisiones pertinentes, responsabilizarnos de nuestros actos y aceptar sus consecuencias. Nos permiten definir con claridad
los objetivos de la vida. Nos ayudan a aceptarnos tal y como somos y estimarnos. Nos hacen comprender y estimar a los demás. Facilitan la relación madura y equilibrada con el entorno, con las
personas, acontecimientos y cosas, proporcionándonos un poderoso sentimiento de armonía personal.