Angel Guastella falleció en Tucumán y dejó una huella eterna tras más de medio siglo junto a una pelota ovalada. Sebastián Perasso, lo recuerda con admiración y cariño, en su columna semanal.
El rugby argentino debe tener un enorme agradecimiento hacia la figura de Ángel. Recorrió casi todos los caminos del juego. Jugador del seleccionado del 56 al 60, fundador del club Pueyrredon en 1953 junto con Jorge Gutiérrez y entrenador del seleccionado argentino en la gira fundacional de Los Pumas en 1965 por Sudáfrica, entre otros galardones.
Pero por sobre todo fue un verdadero docente, un educador que utilizó el rugby como herramienta para formar personas y educar. Su humildad, generosidad, franqueza en el trato y hombría de bien distinguieron su personalidad.
Tucumán lo cobijó en los últimos años de su vida y le brindó todo el cariño y reconocimiento que una figura de su talla merecía. Antes de fallecer, un torneo y una cancha de rugby ya llevaban su nombre. Con seguridad estos homenajes se multiplicarán…
Durante mis visitas a Tucumán la vida me hizo un guiño, me regaló momentos enriquecedores. En los últimos años, cada vez que llegaba por alguna charla, me hospedada en el mismo lugar donde vivía Ángel y allí mi suerte no podía ser mayor. Poder escuchar sus conceptos y disfrutar tantas charlas con él fue una bendición, como tocar el cielo con las manos. Él deseoso de dejarme conceptos y reflexiones, y yo con mis cinco sentidos abiertos de par en par.
Siempre se mostró interesado en mi tarea como difusor del rugby y me arengaba a continuar esa labor por todas partes. Guardaré en mi memoria grandes momentos junto a él.
Se va uno de los personajes más queridos y respetados del rugby argentino. Deja un legado suculento, una huella eterna. Ojala que sus palabras, su obra y su propia vida sirvan de ejemplo para otros. Aspiro a que su vida en torno al rugby sea una brújula para los demás. Querido Ángel, te vamos a extrañar…
El rugby como brújula
A raíz del caso que involucró a un jugador de San Cirano empujando a un hombre en la calle, Sebastián Perasso escribió una estupenda columna rescatando los valores que pregona este deporte.
A esta altura, está claro que a alguna gente le produce hasta cierta simpatía, morbo y curiosidad todo acontecimiento negativo que pueda suceder en torno a una pelota ovalada.
Posiblemente, culpar al rugby de todos los males implica una revancha para un gran número de personas desprovista de valores. Y detrás de ese escenario, siempre está presente el afán de generar un efecto-impacto que sea redituable, algo que produzca ruido y logre movilizar.
Lo cierto es que una noticia “sobre rugbiers” produce un efecto inmediato y multiplicador para la audiencia. Como si una parte de la sociedad estuviera agazapada para ver como un deporte que se jacta de ser formativo exhibe comportamientos turbios, inmorales o alejados de los parámetros adecuados.
El auge de las redes sociales y la posibilidad de multiplicar mensajes y noticias de manera meteórica muchas veces trata de generar una sensación de que el rugby convive con cosas nocivas.
Todo aquello que vulnere el espíritu del juego o atente contra la integridad física (dentro y fuera de la cancha) pareciera que les genera un atractivo especial. Importa más un hecho de violencia aislada que miles de partidos que se desarrollan dentro de los cánones de autocontrol, respeto y buena fe que impera en el 99% de los casos.
Pero no solo se trata de violencia, sino también de cualquier “hecho negativo” que genere impacto en la sociedad. Y, en esa vorágine de culpar al juego de todo lo malo, se ha llegado a límites rayanos a lo ridículo.
Si un club de rugby alquila su predio a un tercero y allí se comete una violación “la culpa” la tiene el rugby. Si se produce un hecho que pueda ser emparentado de alguna forma con abuso de menores en una fiesta llevada a cabo en un club de rugby “la culpa” la tiene nuestro deporte, más allá de que hubiera jóvenes de cualquier otro deporte.
Lo cierto es que en la Argentina el rugby es practicado por 120.000 jugadores. Dentro de esa inmensa masa de personas sería una utopía creer que todos son inmaculados y consecuentes con los valores que representa nuestro deporte. Y también sería ridículo que el rugby debería hacerse cargo de sus comportamientos privados.
El rugby se juega desde hace casi dos siglos (1823) y está ampliamente comprobado que los valores que transmite el juego no son palabras vacías o un discurso hueco, sino algo absolutamente palpable.
Es una realidad que el rugby hace mejores personas. No obstante, sería un exceso que nuestro deporte deba hacerse cargo de todo aquello que realizan quienes lo juegan o practican.
¿Qué pasaría si el futbol fuera noticia y debiera hacerse cargo de la conducta privada de todos aquellos que practican ese deporte?… Habría miles de hechos deshonestos e inescrupulosos cada día. Sin embargo, ello no aparece en ningún portal, no lo vemos en ningún canal. No tiene el más mínimo eco, porque lisa y llanamente es una noticia que no interesa…
No estoy sosteniendo que el rugby y todo lo que lo rodea sea inmaculado. En absoluto. Sólo afirmo que el juego goza de buena salud y de una serie de bondades que lo hacen estar muy por encima de la media de nuestra sociedad en término de valores.
En una comunidad que ha denostado la figura de la autoridad, el rugby mantiene saludables niveles de tolerancia y respeto hacia quienes la ejercen.
En una sociedad que desprecia el trabajo duro, el rugby te enseña a esforzarte y a forjar el carácter en la adversidad.
En un mundo que predica la salvación individual, el rugby te invita a trabajar en equipo y a dejar a un lado egoísmos personales.
El rugby es hoy un oasis dentro de la sociedad, pero sigue perteneciendo a ella. En el mar de disvalores y desapego a la autoridad a las normas en la que se ha convertido nuestra comunidad resulta imposible que algunas gotas no nos salpiquen.
Existe infinidad de hechos positivos que se suceden a diario en el mundo del rugby. Comunicarlos generaría un proceso multiplicador, un efecto contagio extraordinario y además un círculo virtuoso que redundaría en un ejemplo y una mejor sociedad para todos.
Aspiro a que el rugby se erija como una suerte de brújula y modelo para nuestra sociedad, y que no sea más estigmatizada como culpable de todo lo malo que pueda girar a su alrededor…
Porque ellos son los verdaderos guardianes de los valores del rugby merecen respeto y apoyo.
Los niños el presente de nuestro deporte, por ellos y para ellos demos lo mejor.
Y aprendamos cada día ...ellos son los verdaderos protagonistas de esta gran pasión que se llama RUGBY
Los Buhitos grandes animadores del rugby infantil de la región desde su más tierna infancia son ejemplo de amistad, solidaridad y alegría transformando hasta al más duro con esas sonrisas y ganas de vivir el rugby y disfrutarlo.
Niños con valores, niños felices educados en el respeto y amistad. Crecerán y serán los hombres nobles del mañana , los que harán una mejor sociedad y sin dudas un mundo mejor.
Hombres, mujeres, familias....este espacio es para todos aquellos que suman sin entrar ala cancha.
Porque al rugby lo hacemos entre todos.